La mística de Betty Draper
Los 50 mejores personajes de series del siglo XXI ·
La esposa de Don Draper, siempre de aspecto impecable, le puso las cosas difíciles al espectador. De ahí su interésSecciones
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Los 50 mejores personajes de series del siglo XXI ·
La esposa de Don Draper, siempre de aspecto impecable, le puso las cosas difíciles al espectador. De ahí su interésEn un episodio de 'Mad Men', un conocido de Don Draper se gira hacia Betty y le suelta lo obvio: «¿Le han dicho alguna vez que es usted la viva imagen de Grace Kelly?».
Con su pelo rubio y su cintura de avispa, en ocasiones ... la innegable belleza de Betty Draper (January Jones) eclipsó a la mujer que se escondía tras esa máscara de perfección. «Estás pintando una obra maestra», le había dicho su madre cuando era niña. «Asegúrate de esconder bien los brochazos». A simple vista, Betty no podría ser mejor esposa, madre y ama de casa. Por dentro, ya desde el inicio de la serie, sabemos que es profundamente infeliz.
A pesar de esa certeza, como espectadores cuesta conectar con ella. Muchas veces es retratada como una mala madre, un témpano de hielo o un enigma caprichoso para algunos hombres. De ahí que su presencia en la lista de 'Los 50 mejores personajes de las series del siglo XXI' sea una forma de reivindicar a una mujer que, al contrario que sus compañeras de ficción, nunca logró deshacerse de las ataduras y expectativas que regían en los años 60.
Claro que resulta mucho más fácil empatizar con la carrera exitosa de Peggy Olson o con las andanzas -solo aparentemente frívolas- de Joan Holloway, ambas presentes en la esfera pública y con cierto poder en lo laboral. Mientras ellas rompían jerarquías y clichés, Betty permanecía, aprisionada y sola, en una vida prefabricada -en parte y paradójicamente- por las agencias de publicidad. Los tipos como Don Draper eran, y siguen siendo, auténticos especialistas en vender la imagen de una familia feliz.
En 1963, otra Betty (Friedan, en este caso) publicó 'La mística de la feminidad', libro fundacional que sentó las bases del feminismo y su segunda ola. Esta psicóloga había detectado que muchas mujeres de Estados Unidos estaban sufriendo de un problema que aún no tenía nombre:
«Era una inquietud extraña, una ansiedad que ya se sentía en el país a mediados del siglo actual. Todas las esposas luchaban contra ella. Cuando hacían las camas, iban a la compra, comían bocadillos con sus hijos o los llevaban en coche al cine los días de asueto, incluso cuando descansaban por la noche al lado de sus maridos, se hacían, con temor, esta pregunta: '¿Esto es todo?'».
Podemos intuir que Betty (Draper, esta vez) se plantea esa misma duda mientras redecora la casa, tiende la lavadora o espera, como esposa abnegada, a que su marido vuelva de la gran ciudad. De hecho, en la primera temporada de la serie, acude a la consulta de un psiquiatra por un trastorno innombrable que ahora sí sabemos identificar (de-pre-sión) y el médico que la trata la define como una mujer con «sentimientos de una niña».
La infantilización a la que se ve sometida Betty es constante y su apariencia de muñeca casi siempre juega en su contra. Cuando el personaje engorda en la quinta temporada y eso afecta a su autoestima, comprendemos de verdad la importancia que le concede a la belleza. Al principio teme que sea un tumor, pero finalmente resulta benigno: «Es agradable pasar por un momento difícil y descubrir que simplemente estoy gorda», se resigna. La forma en la que inculca en su hija Sally la necesidad de mantenerse delgada o de atender a la mirada masculina acaba mostrándonos con absoluta claridad de qué forma el machismo se puede reproducir de generación en generación.
Sin embargo, hay que recordar que a lo largo de las temporadas Betty sí intentó traicionar algunos convencionalismos de su tiempo, aunque las cosas no le salieran bien: quiso retomar su carrera como modelo, pero fue en vano; y consiguió divorciarse de Don para acabar después en otro matrimonio disfuncional. Su prematura muerte por culpa de un cáncer de pulmón terminó confirmándola como el personaje más trágico de la serie.
Una imagen de ella lo podría resumir todo a la perfección: Betty, en el jardín de su casa y con el cigarrillo en la boca, dispara una escopeta al cielo para alejar a las palomas del vecindario y, de paso, matar también sus frustraciones. «¿Quién sabe lo que las mujeres podrán llegar a ser cuando, finalmente, sean libres de ellas mismas?», se preguntaba Friedan.
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